lunes, 29 de diciembre de 2014

La inteligencia artificial en el cine actual (1)

La Inteligencia Artificial (IA) cumple más de 60 años alimentando una de las fantasías más queridas del pensamiento contemporáneo: que una máquina desarrolle una inteligencia tal que supere a la humana y destrone a nuestra especie de la cúspide de la evolución.

Claro está que dicha fantasía corresponde al desarrollo reciente del capitalismo, donde el afán de lucro es el único valor, y los que dominan el mundo buscan incrementar sus ganancias por todos los medios. Así, la fantasía de las máquinas aplastando a la humanidad (y eliminado de un plumazo a todos los trabajadores del mundo) suena a deseo mal disimulado: ¡al fin la ganancia es total, sin sueldos que pagar ni bocas que alimentar! Y como ya es característico en los explotadores burgueses, no solo difunden su discurso para que lo internalicemos sino que, además, hacen que les paguemos por envenenarnos a través de los medios de comunicación. Negocio redondo, le dicen.

Ese anhelo mal disimulado de la burguesía se ha plasmado en dos películas de reciente proyección: "Transcendence" y "Her". La primera, zamaqueada por la crítica; la segunda, alabada por su planteamiento cuestionador y su propuesta estética.

En el caso de "Transcendence", la trama es simple: un grupo de extremistas anti-tecnología atacan de muerte al científico que más avances ha logrado en el campo de la IA. Su esposa, científica también, o concibe pensar que su amado desaparecerá de este mundo, así que -antes de que su esposo muera- decide conectar su cerebro al gran procesador que habían construido para sus estudios. El experimento funciona y la mente del científico en contacto con la IA se desarrolla a nivele impensados, construye un búnker tecnológico donde "vive" con su adorada esposa y desde el cual termina por controlar toda la internet, amenazando con desestabilizar el orden mundial en su afán de "ayudar" a la humanidad.




Bueno, el problema con "Transcendence" es que todo el andamiaje tecnológico y de ciencia ficción es solo un pretexto para disimular una historia de amor cursi y ridícula. Si el científico hace todas las barbaridades que hace es por demostrar su amor a la mujer que, cuando estaban físicamente juntos, era la "idealista" que quería cambiar el mundo con ayuda de la IA. Y, claro, "por amor" no importa si desgracio ya no personas o un país, sino todo un planeta. Una vez más ese prosaico discurso de amor enfermizamente individualista con el que nos atosigan desde que tenemos uso de razón.

Por otro lado, la propuesta de una supermente que está interconectada hasta con el suelo y hace lo que quiere con las mentes y los procesos naturales, no se sostiene ni un minuto. Y es que toda esta ciencia ficción no menciona que para sostenerse al ritmo vertiginoso que lleva, la supermente acabaría con los recursos del planeta en cuestión de días. Todas esas operaciones que realiza con procedimientos sofisticados y elementos rarísimos son, si no imposibles, exageradamente onerosas. ¿Y cuánto creen que costaría mantener bajo control -si es que pudiera hacerse- a miles de "humanos" transformados en cyborgs?

Ahora bien, ¿los humanos se dejarían controlar tan fácilmente? Así como hay grupos fundamentalistas, ¿no hay desde hace siglos grupos contestatarios y revolucionarios que han respondido ante los abusos? Son solo detalles (¡!), dicen.

Pero la película tiene que acabar cuando la supermente, enloquecida por volverse de carne y hueso para estar de nuevo con su amada, amenaza el "orden mundial" (nunca queda claro en qué lo amenaza). Como era de esperar, le tienen que inocular un virus y luego apagar internet. La esposa se ofrece para cumplir con la misión y así morir junto con su Romeo.

"Transcendence", por su estupidez, no merecía un simple zamaqueo de la crítica, sino una demolición total. Pero, no pidamos peras al olmo. Los críticos están al servicio del sistema y nunca evidenciarán los disparates que nos quieren endilgar. Ellos deben mantener en el público, en la masa, dos creencias: "por amor debemos hacer lo que sea" y "la IA superará al ser humano tarde o temprano". Hoy, más que nunca, la lucha ideológica es clave en la lucha de clases que se está librando. Y la burguesía lo sabe.

viernes, 14 de febrero de 2014

EL AMOR EN EL CINE

Lo usual es que tanto críticos como aficionados elijan las mismas películas de amor de siempre: a) comedias románticas donde todo se enreda y al final los héroes se quedan juntos para felicidad del público y ganancia de los empresarios del cine; b) dramas lacrimógenos donde todo es miel al inicio pero acaba mal; c) historias donde el desamor y el sufrimiento cunde de inicio a fin y los héroes nunca pero nunca se quedarán juntos.

Es cierto que este es el gusto mayoritario; sin embargo, debemos observar que rara vez estas películas reflejan la realidad. Y no lo hacen porque aborden casos un poco estrambóticos, sino porque no reflejan la problemática social en la que todo ser humano se encuentra y que, finalmente, condiciona su desenvolvimiento amoroso.

Por otro lado, todas estas películas nos presentan personajes cuyo único objetivo es encontrar a la "pareja de su vida". Nada más importa. Los estudios, el trabajo, la crisis económica y social, las guerras, etc. son solo un pretexto para contarnos la historia autista y egocéntrica de dos seres cuya vida se reduce a nacer, crecer, reproducirse y morir. Los grandes ideales, el afán de trascender, el aprender cosas que nos enriquezcan, hobbies o intereses genuinos, etc., están fuera de lugar en estas películas banales que encantan al público porque lo adormecen y le hacen olvidar que para amar se requiere más que frases bonitas y arrumacos rutinarios que todas las parejas repiten por igual.

Sin embargo, hay algunas películas que rompen el esquema y nos muestran facetas más profundas del amor humano. Facetas enriquecidas por personajes cuyo interés no solo es conseguir un amor, sino también cumplir una misión, dejar un legado, ampliar sus horizontes...


Tigre y dragón (Ang Lee, 2000)




Hua Mulan (Jingle Ma, 2009)




El piano (Jane Campion, 1993)




El lector (Stephen Daldry, 2008)




Lo que queda del día (James Ivory, 1993)




Lucky Number Slevin (Paul McGuigan, 2006)