viernes, 14 de febrero de 2014

EL AMOR EN EL CINE

Lo usual es que tanto críticos como aficionados elijan las mismas películas de amor de siempre: a) comedias románticas donde todo se enreda y al final los héroes se quedan juntos para felicidad del público y ganancia de los empresarios del cine; b) dramas lacrimógenos donde todo es miel al inicio pero acaba mal; c) historias donde el desamor y el sufrimiento cunde de inicio a fin y los héroes nunca pero nunca se quedarán juntos.

Es cierto que este es el gusto mayoritario; sin embargo, debemos observar que rara vez estas películas reflejan la realidad. Y no lo hacen porque aborden casos un poco estrambóticos, sino porque no reflejan la problemática social en la que todo ser humano se encuentra y que, finalmente, condiciona su desenvolvimiento amoroso.

Por otro lado, todas estas películas nos presentan personajes cuyo único objetivo es encontrar a la "pareja de su vida". Nada más importa. Los estudios, el trabajo, la crisis económica y social, las guerras, etc. son solo un pretexto para contarnos la historia autista y egocéntrica de dos seres cuya vida se reduce a nacer, crecer, reproducirse y morir. Los grandes ideales, el afán de trascender, el aprender cosas que nos enriquezcan, hobbies o intereses genuinos, etc., están fuera de lugar en estas películas banales que encantan al público porque lo adormecen y le hacen olvidar que para amar se requiere más que frases bonitas y arrumacos rutinarios que todas las parejas repiten por igual.

Sin embargo, hay algunas películas que rompen el esquema y nos muestran facetas más profundas del amor humano. Facetas enriquecidas por personajes cuyo interés no solo es conseguir un amor, sino también cumplir una misión, dejar un legado, ampliar sus horizontes...


Tigre y dragón (Ang Lee, 2000)




Hua Mulan (Jingle Ma, 2009)




El piano (Jane Campion, 1993)




El lector (Stephen Daldry, 2008)




Lo que queda del día (James Ivory, 1993)




Lucky Number Slevin (Paul McGuigan, 2006)