miércoles, 7 de junio de 2017

Los niños de Huang Shi (2008)

Esta es una de esas películas que dicen basarse en hechos reales pero que realizan tantas "adaptaciones" que de los hechos reales solo quedan los nombres. Roger Spottiswoode es el director de esta irregular película cuyo gran mérito ha sido, finalmente, hacernos conocer a George Hogg, ciudadano británico que llegó muy joven a la República Popular China, entusiasmado por los grandes cambios sociales y culturales que generó la revolución.




Una vez en China, participó en el proyecto educativo del conocido pedagogo neozelandés Rewi Alley, y se quedó a cargo de la Escuela de Shuangshipu, que albergaba a niños huérfanos. Como se puede ver en la película, Hogg se desempeñó como maestro de estos niños, pero lo que omite es que lo hizo bajo la dirección de Alley. Fue un proyecto colectivo y no la idea romántica e individual de un "gringo" humanitario.

Durante la guerra con Japón, la escuela se vio amenazada, por lo que Alley y Hogg decidieron marchar rumbo a Shandan, región a salvo de los invasores. Efectivamente, el viaje duró cuatro meses y se dio en muy duras condiciones, sobre todo para los niños, quienes tuvieron que caminar cientos de kilómetros bajo un clima extremadamente frío y llevando todo lo que habían podido sacar de la escuela, desde alimentos hasta maquinaria.

Hogg murió al poco tiempo de llegar a Shandan. Contrae el tétanos y las vacunas que podían haberlo salvado llegaron muy tarde, debido al bloqueo de las carreteras producido por la guerra. Falleció el 22 de marzo de 1945, a la edad de 30 años.

En toda la historia, Hogg se alza como el paradigma del joven progresista que, a pesar de no abrazar el marxismo, decide contribuir con todas sus fuerzas en la gran gesta a favor de la construcción de una nueva sociedad, más justa y más humana.

Y lo hizo con toda la energía de la juventud y con todos los talentos que ya había demostrado en su país natal: alumno destacado de Filosofía en Oxford, personalidad fuerte y decidida, líder nato y gran deportista.




Como era previsible, la película "adapta" los hechos para presentarnos una historia potable al gran público y donde los valores "democráticos" triunfen. ¿Qué significa esto? Pues que la guerra queda en segundo plano frente a la "gran historia de amor" entre Hogg y la enfermera; el joven héroe individualista se impone frente al maduro guerrillero comunista que todo lo ve colectividad, pero que -obviamente- no obtiene mayores éxitos en la práctica.


Y los actores no podían ser los menos indicados:el rostro abúlico y sin alma de Jonathan Rhys-Myers no podría estar más lejano del jovial y lleno de vida George Hogg verdadero. Y Radha Mitchell no se queda atrás: interpreta su rol de enfermera con los mismos gestos que en sus películas anteriores. Chow Yun Fat, el destacado actor chino de Tigre y Dragón es uno de los pocos que salva la situación interpretando con mesura al líder militar comunista Nie Rongzhen.




Para resumir, Los niños de Huang Shi es una película con harto contrabando. Bajo la promesa de una jornada épica para salvar a un grupo de niños indefensos, asistimos a una puesta en escena con el mismo cliché de las películas recientes: el "triunfo del amor", los triángulos amorosos, la superioridad de la cultura anglosajona frente a cualquier otra, la imagen del guerrillero sino violento, inconsecuente y cobarde. Y es que la burguesía es capaz de mentir y tergiversar sin remordimientos a fin de endiosar a su decadente sistema social, y así convencernos de que no habrá ninguno mejor. ¿Le seguiremos creyendo?

miércoles, 4 de enero de 2017

Germinal (1993)

Esta película del director francés Claude Berri (1934-2009) comienza con una dedicatoria: "A mi padre". Berri padre fue artesano peletero judío-francés, de ideas republicanas y fiel votante del Partido Comunista; participó con su pequeño hijo en las luchas obreras y poco a poco fue desarrollando en él una conciencia social progresista. En su momento, Claude Berri mismo afirmó que le debía esta película a su progenitor, por todo lo que había significado éste en su vida.

Sin embargo, después de conocer dicha motivación, Germinal deja un sinsabor. Explicaremos por qué.




El guión es una adaptación de la novela Germinal (1885) escrita por Emile Zolá, para la cual se bsó en cuatro hechos históricos:
* La fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores o I Internacional (28/09/1864).
* La huelga de los mineros de Ricamarie y Aubin (1869).
* Las protestas de Creusot y Fourehambault (1870), así como las de Montceaules-Mines (1882).
* La huelga minera de Anzin (febrero-abril 1884).

Si bien estas son las fuentes, la novela se ubica temporalmente en el proceso de fundación de la I Internacional.

Rápidamente, la película nos sitúa en el escenario donde se desarrollarán los hechos (Mina de Voreaux, en la frontera franco-belga) y presenta a los personajes principales:
* Etienne Lantier: maquinista desempleado en busca de trabajo; comunista. Interpretado por el actor y cantante de izquierda, Renaud.
* Toissant Maheu, líder minero y padre una familia numerosa. Interpretado por Gerard Depardieu.
* Maheude Maheu, la abnegada y luchadora esposa de Toissant. Interpretda por la actriz Miou-Miou.
* Souvarine, militante anarquista. Interpretado por Laurent Tarzieff.
* Rasseneur, dueño y  administrador de la única pensión de la mina; afín a los comunistas. Interpretado por Jean-Pierre Bisson.
* Catherine, hija mayor de Toissant y Maheude. Interpretada por Judith Henry.
* Chaval, minero violento y oportunista. Interpretado por Jean-Roger Milo.

Como se le reconoció en su momento, un reparto de primer nivel para una historia que presenta de manera condensada los sufrimientos de los trabajadores mineros: explotación, hacinamiento, promiscuidad, alcoholismo, enfermedades, estrechez económica, etc. Y es que junto con la recreación de la mina y del escenario de época, estos son los aspectos más notables de Germinal.

A pesar de todo esto, la gesta minera no llega a cuajar (si bien hay algunos momentos destacados: enfrentamiento contra las fuerzas del orden, monólogo de Maheude explicando por qué permanece en la huelga). Y es que los personajes que deberían sostener la lucha son los menos indicados:
* Un Lantier/Renaud sin convicción como militante comunista, con un discurso repetitivo y un rictus supuestamente de sufrimiento que no cambia un ápice durante los 160 minutos que dura la película. Nunca se ríe (¿acaso los comunistas no saben reír?) y su expresión se mantiene inclusive cuando está con Catherine, su "gran amor".
* Un Toissant/Depardieu inverosímil, excesivamente gordo para la realidad que dicen vivir, y que va "asimilando" asombrosamente rápido y sin dudas ni murmuraciones las propuestas de Lantier/Renaud.

A esto se suman algunos clichés que, suponemos, obedecen a un afán de agradar al público espectador:
* Primera escena en que aparece Catherine: en pijama y, cómo no, con el hombro al aire. Claro, las mineras también pueden ser sexys.
* La escena de coito apurado entre Toissant y Maheude. Innecesaria y que pone en evidencia la falta de afinidad como pareja actoral entre Depardieu y Miou-Miou.
* El anarquista oportunista: sabotea la mina y ni siquiera pasó por la obligada reflexión o consideración de las consecuencias de sus actos. Hizo su labor y se fue sin mirar atrás y sin remordimientos.

Y si el final fue un intento de arreglar las cosas, no lo consiguió. Maheude, supuestamente la gran luchadora, se pone a imaginar qué habría pasado si se hubiera acostado con Lantier; y este último, con la misma cara de funeral de siempre, recitando sin convencimiento que, a pesar de la derrota, el mundo cambiará, será más justo, etc., etc.

Algunos críticos afirman que Germinal de Berri es inferior a la novela de Zolá. Es probable; pero lo que llama la atención es que un hijo de la clase trabajadora no haya sido capaz de reflejar toda la fuerza de los primeros años del proletariado, toda esa convicción en la lucha por un mundo mejor porque no tenían nada que perder y sí mucho que ganar. Solo queda imaginar qué hubiera pensado Berri padre de esta película, destinada a homenajear a la clase a la cual perteneció.